3/2/11


Sigo caminando mientras que mis pulseras de la amistad caen de una en una y se quedan en los últimos pasos dados. Me doy la vuelta; las miro, me quedo sentada, fatigo. No avanzo, no puedo avanzar sin ellas. Aunque esas pulseras se deterioren, se descosan, se rajen o se produzcan mil cambios desagradables, debo llevármelas. Por ello siento, espero y no avanzo mi camino: Hasta que no las consiga.