1/1/10

El significado de un día


Petardos.
Mis oidos pedían tapones para no oírlos más.
Cada paso que daba, una familia pasaba al lado mío con sonrisas, con felicidad. Con hermosos vestidos que iluminaban la oscuridad. Aunque me negaba a decirlo, en el fondo de mi corazón me daban envidia esas familias.
Parejas con pequeños chiquillos que corrían y gritaban esperando a ver sus familias riendo y cantando.
Ancianos que admiraban a sus crecidos nietos.
Llegué a mi portal, me dí la vuelta y admiré a todas esas personas que sonreían y bromeaban entre ellas, que llegaban a las casas previstas o cojían sus coches para llegar a las casas de sus familiares. Abrí la puerta, y fuí hacia las escaleras con mi extraña costumbre de subir a oscuras.
Mientrás que subía cada escalera de mi casa, se podían percibir los olores de comidas echas con ilusión, con amor.
También se podían percibir las risas, las auras nerviosas esperando a que llegue las doce de la noche.
Llegué a mi puerta, suspiré.
Cuando abrí la puerta de mi casa, fuí directamente a mi habitación. Abrí la ventana y ví la luna.
La que siempre estaba, aunque no hubiera ninguna fiesta. No como las personas, que se reunen en familia solo por ser días dónde la familia debe estar unida.
Hasta dónde podía llegar la gente, me preguntaba a mí misma.
Apagué las luces, siempre me he sentido bién en la oscuridad. Hacía que fuera yo misma.
Empeze a oír música. Oh no... me dije. Mi padre y sus famosos villancicos que nadie aguantaba. Bueno, por lo menos es felíz, me decía.
Mis padres me conocían suficiente y sabían que las fiestas no me gustaban. Por ello me dejaban que estubiera tranquila en mi habitación, aunque a veces abrían la puerta de mi habitación para animarme.
-¡Venga hija! ¡Qué es Noche Vieja!- Decía mi padre con alegría. ¿Y qué? No quería ser una aguafiestas, pero me importaba poco que fuera Noche Vieja. Era un día normal y corriente, solo se acababa el año...
Le miré a los ojos, y fingí una sonrrisa.
Se puso a cantar. Le ignoré y se fué por fín.
-¿Te has dado cuenta que somos los únicos que ponemos música?- Decía mi padre una y otra vez a mi madre. Hubiera preferido ser uno de esos que no tenían ningún tipo de música.
Pensé que no me preocupaba ese día, que no me preocuparía Noche Vieja. Pero mi mente no paraba de pensar que ese día hace mucho tiempo era con mi familia.
Como no, falta que no quieras pensar una cosa, para que la mente este todo el rato pensando.
Y llegué a una conclusión.
Mis padres intentaban hacerme reír e intentaban hacer lo posible por estar conmigo.
Me levanté y fuí con ellos. Y ese día aprendí algo.
A no lamentarse por el pasado. Lo perdido, perdido estaba. Pero mis padres no los había perdido, y tenía que disfrutarlo.
Y no vivir en el pasado.

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